viernes, 4 de diciembre de 2009

Grupo A y B y los modelos de país.

El grupo A y el grupo B, son la mejor definición de los modelos de país. Releyendo el Manual de Zonceras Argentina del gran Arturo Jauretche, nos pinta de cuerpo entero la vieja zoncera que hoy representa el "grupo A". Aquí os dejo un fragmento que tiene 42 años de vigencia.

Podría argüirse con algún fundamento económico una es­pecie de división internacional del trabajo en la cual cada país elaborase hasta sus últimos detalles las materias primas que produce a menor costo, pero esto significaría que nuestra Patagonia o Australia no exportasen lana sino tejidos —y prefe­rentemente trajes—, que el petróleo de Kuwait saliese ya trans­formado hasta en los últimos adelantos de la química pesada, que Inglaterra y Estados Unidos construyeran máquinas y he­rramientas con su hierro y carbón o que el Oriente africano exportase el asbesto pero en chapas y que nuestros productos opoterápicos reemplazaran a la exportación de glándulas. En una palabra, que cada uno industrializara sus propias materias primas y sólo ellas.

Pero la libertad de comercio busca otra división interna­cional del trabajo. Algunos ejemplos nos servirán para compro­barlo y cuáles son sus efectos de someterse o no a la misma.

Las estancias Leleque, de una compañía británica, produ­cen un alto porcentaje de la lana del Chubut. Todos los años, después de la zafra, bajan a Puerto Madryn los camiones cargados con la lana de la esquila que allí se embarcan en dos o tres navíos de bandera británica.

El resultado es el siguiente:

En el país quedan los salarios de los pocos peones que hacen falta para cuidar las majadas y los de los esquiladores. Además el flete correspondiente a los camiones que transpor­tan a puerto. (Pero no todo éste, porque gran parte del mismo sale del país por concepto de combustible y amortización de los vehículos). Podría añadirse que quedan aquí las utilidades de los propietarios, pero los propietarios no son argentinos, ni viven en el Chubut, y por lo tanto se giran. Es posible que quede algo por impuestos.

Desde que la lana se embarca paga flete y seguro extran­jero y la descarga en el puerto de destino; empieza enseguida a recibir valor agregado que era riqueza traducida en sala­rios, amortizaciones y en utilidad empresaria que a su vez crean poder de compra, es decir de consumo, que a su vez genera producción.

Primero viene la reclasificación, que pasa de 60 tipos. Aquí llega a 20, con una particularidad: que parece que las ovejas son pura barriga, pues la lana que sale del país es en su mayoría de barriga, según la clasificación para la aduana. Enseguida viene el lavado y el aprovechamiento de los sub­productos. Después el hilado, la tintorería y luego el tejido. En cada uno de estos procesos hay valor agregado, pero hay además valor agregado secundario porque la elaboración de la lana importa la fabricación de maquinarias para lavar, para hilar, para teñir, para tejer, etc., etc., y la de éstas, minas, ace­rías, usinas, etc., y desde luego otras fábricas. De esta manera la lana que dio trabajo en el país de su producción para unos pocos peones, e inversión para poco capital, multiplica por 1.000 el valor agregado, que queda en el exterior produciendo riqueza, nivel de vida y poder, porque de todo esto proviene el poder de las naciones.

Pero están además los efectos de arrastre.

La multiplicación de las actividades, con la multiplicación de los ocupados, hace que paralelamente se establezcan al­macenes, talleres de bicicletas, de automóviles, tiendas, abo­gados, boticarios, peluqueros, lustradores de zapatos, escue­las, paseos, campos de deportes, fábricas de caramelos, con­fiterías, talleres de repuestos, en una palabra, toda la diver­sificación productiva cuyo origen remoto está en la mano del peón que maneja la tijera de esquilar. Y todo este efecto de arrastre genera otras actividades de arrastre que a su vez vuel­ven a generar hasta el infinito.

Supongamos ahora que toda esa lana que se exportó, cum­pliera el proceso que cumple en el exterior, en Esquel. ¡Se imaginan ustedes qué ciudad sería Esquel! Pues bien, un la­vadero de lana se estableció en Esquel para iniciar el proceso y fue ahogado por la hostilidad nacida de la zoncera que co­nocemos por división internacional del trabajo.

Veamos el ejemplo inverso.

En la otra punta del país, en Corrientes, hay una hilande­ría de algodón que ocupa 1.300 obreros y que en salarios re­presenta alrededor de $400.000,00 mensuales, a lo que hay que agregar los otros costos sin que se compute el valor materia prima ya que éste también es válido para la exportación. Es­tos $400.000,00 mensuales de salarios los obreros no los me­ten en el colchón, y como los invierten, generan los efectos de arrastre que vimos más arriba como hipótesis en Esquel. Pero los almaceneros, bicicleteros, médicos, etc., que los reci­ben, tampoco los meten en las alcancías sino que los reinvierten multiplicando el efecto de arrastre. Si esa fábrica de Co­rrientes completara el circuito hasta llegar al tejido y la con­fección, ¿cuáles serían los efectos en la provincia? Pues senci­llamente los mismos que producen en la metrópoli que lleva la materia prima.

Pero todo esto no necesita demostración. Ahora se oculta el absurdo de la división internacional del trabajo con la apa­riencia de otras fórmulas. La zoncera siguiente nos ilustrará sobre una.

2 comentarios:

  1. El progresismo argentino es una mentira, quedó vacío de ideología, ya es parte de la política tradicional, no tiene vuelta atrás.

    ¡Qué feo es ser parte del Grupo A!

    ResponderEliminar
  2. Hay momentos que estoy muy pero muy caliente
    NO PODIA IMAGINAR A VICTORIA DONDA, BONASSO,
    GRACIELA ITURRASPE HACIENDO GRUPETE CON CARRIO
    ES UN CHISTE DE MAL GUSTO

    ResponderEliminar